El estrés se trata de un estado de cansancio mental habitualmente provocado por la exigencia de un rendimiento muy superior al normal y que provoca problemas tanto físicos como psicológicos a los individuos que lo padecen. En el mundo ajetreado y convulso de hoy en día es fácil sentir estrés en algún momento puntual, pero cuando este se prolonga puede generar enfermedades, desembocar en depresión o problemas de ansiedad y disminuir los niveles de concentración, motivación y productividad de los individuos, además de conflictos en su vida personal.
Para poder tomar cartas en el asunto y mejorar tu salud, es importante que reconozcas los principales síntomas de estrés, habitualmente divididos en cognitivos, físicos, emocionales y de comportamiento. Tras caer en la cuenta de tu situación, puedes intentar llevar a cabo diferentes acciones y estrategias para detenerlo o aminorarlo, como practicar yoga, realizar meditación, dedicar tiempo al deporte de forma habitual, descansar un mayor número de horas, mejorar tu dieta o solicitar unas vacaciones.
10 indicadores de estrés
Cansancio perpetuo: Si la sensación de fatiga es constante incluso a pesar de que hayas dormido una buena cantidad de horas o tras un largo fin de semana de reposo, es probable que padezcas estrés, ya que suele dejar a sus víctimas cansadas y sin fuerza.
Insomnio y sueño entrecortado: Si duermes mal pese a estar cansado por una agotadora jornada de trabajo, tu mente podía estar llena de “ruido”: facturas pendientes, tareas que realizar, proyectos que entregar o correos electrónicos sin responder.
Distracciones constantes y falta de concentración: El estrés aturde la mente y la desordena, provocando que nos sintamos dispersos, aturdidos y poco motivados, con incapacidad para centrarnos en una tarea o cometiendo constantes olvidos de objetos como las llaves o el teléfono móvil.
Dolor de cabeza y mareos: Es uno de los síntomas físicos más recurrentes del estrés y que afecta más a tu calidad de vida.
Irritabilidad: Si te sientes furioso o te muestras irascible -a menuda ante un comentario ajeno, sonidos o situaciones en el trabajo o en tu vida personal- podrías estar manifestando el estrés.
Enfermas con más frecuencia: El estrés afecta a tu salud, mermando tu sistema inmunológico y propiciando que seas más propenso a padecer enfermedades como gripes, catarros o virus.
Pensamientos negativos: Si siempre ves el vaso medio vacío y no te sientes capaz de disfrutar de las cosas buenas de tu vida, no logras desconectar en tu tiempo libre y siempre tienes la cabeza en el trabajo u otros problemas, el estrés podría haberse apoderado de ti.
Cambios en tu apetito: A algunas personas el estrés les provoca hambre y se dan atracones de alimentos poco saludables, mientras que otras pierden por completo el apetito, o este se convierte en una montaña rusa.
Consumo excesivo de alcohol, tabaco o drogas: Si aumentas la cantidad de cigarrillos que fumas o comienzas a beber con mucha frecuencia -o te inclinas por otras sustancias ilegales peligrosas para tu organismo-, es probable que estés buscando evasión frente al estrés que podía costarle cara a tu salud.
Padeces ansiedad: La ansiedad está estrechamente ligada al estrés y se manifiesta en síntomas como taquicardia, palpitaciones, opresión en el pecho, falta de aire, temblores, sudoración, molestias digestivas, náuseas, vómitos, “nudo” en el estómago, alteraciones de la alimentación, tensión y rigidez muscular, cansancio, hormigueo, sensación de mareo e inestabilidad.
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