Mente-Cuerpo-Medicina-Terapia: Un solo proceso
Aristóteles de Estagira (234- AC) nos legó los fundamentos de la racionalidad humana al proponer que para conocer las cosas, convenía dividirlas en sus partes componentes y vincularlas unas con otras, fundamentalmente a través de las relaciones en tiempo y espacio que ocurría entre ellas, amén del establecimiento de los vínculos causales de producción de los fenómenos estudiados. Así nació la cultura occidental de tradición científica, dando origen a especialidades y superespecialidades en los campos del saber. La guinda de este pastel fue colocada por René Descartes cuando separa definitivamente, a los ojos de los entendidos, la mente del cuerpo, señalando que se trata de dos mecanismos totalmente independientes. En el campo de la investigación médica –y humanística- tales conclusiones se ven reflejadas en el trabajo de Thomas Sydenham quien destaca que para ejercer un dominio del conocimiento médico se hace necesario conocer cada rasgo de cada enfermedad y describirlo con lujo de detalles, para armar una taxonomía inequívoca de las posibilidades de enfermar. También recomienda utilizar el mismo criterio para los tratamientos que se vayan descubriendo o inventando.
Indudablemente, estos sabios consejos son sumamente útiles y rendidores, ya que conformar el pilar sobre el que levantamos la medicina occidental contemporánea. También permitió el surgimiento de una enorme cantidad de especializaciones que condujeron al estatus actual, donde -aparente paradoja- hay tantas especialidades que el ser humano se diluye en ellas. Así, tenemos que si alguna persona acusa dolor gástrico va al gastroenterólogo, si sufre taquicardia acude al cardiólogo, llegando al extremo de que entendemos separadas profesiones como la psiquiatría y la neurología, o incluso más allá, la psiquiatría no es lo mismo que la psicoterapia… Incluso los esfuerzos actuales por integrar la idea de un ser humano –persona- detrás del acto médico sufrió una descomposición similar, al hablar de psiconeuroinmunoendocrinología, por ejemplo. Medio en serio, medio en broma, alguna vez dijimos: “Si continuamos por este camino, llegará la psico-neuro-inmuno-endocrino-cardio-gastro-neumo… y pare de contar”. ¿Por qué no hablar simplemente de medicina actual?
Sostenemos que el estatus actual donde continuamos multiplicando las especialidades y no encontramos la pieza que conecta con la idea de persona, es debido a una confusión de niveles de organización de la materia-energía (Matergia, a partir de ahora). Debemos a Gregory Bateson (Bateson) la concepción de que la materia se organiza en niveles de complejidad creciente y que a medida que asciende escalonadamente en complejidad, aparecen nuevas leyes o reglas de organización. Así, el nivel químico contiene un conjunto de reglas de funcionamiento que son conservadas y reorganizadas en el próximo nivel físico al aparecer la gravedad, por ejemplo. Los constituyentes del organismo van sufriendo la misma organización compleja en la medida que las funciones se multiplican. De esta manera, nuestro sistema nervioso central opera con leyes y categorías distintas de la periferia orgánica. Esto es lo que explica que para lo infratentorial tengan validez las premisas lógicas formales y para lo supratentorial necesitamos otro conjunto de premisas diferentes. Podemos observar, por ejemplo, que en el nivel del cuerpo periférico las variables se regulan mediante homeostasis, mientras que en el S.N.C. ocurre un proceso de función escalonada. Y ¿cuáles son esos patrones formales diferentes que rigen para nuestro sistema nervioso?
Afortunadamente, el conocimiento de la física particularmente, se vio profundamente enriquecido a partir de los finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, con los aportes del electromagnetismo, la relatividad, la cuántica, la neocibernética, la teoría de sistemas, los fractales, la holografía, entre otros desarrollos que permitieron una expansión de las disciplinas derivadas: astronomía, física de partículas, etc. En esta forma comenzaron a surgir visiones integrativas al perseguir conexiones y organizaciones superiores de la experiencia de vivir y entender las cosas, con sus consecuencias tecnológicas a la mano. El darnos cuenta de que estas nuevas visiones de la realidad nos conducen a una expansión del dominio de nuestro saber y de las estrategias para abordarlo y perfeccionarlo, trajo consecuencias en el conocimiento específico de cómo trabaja nuestro cerebro.
¿Cuáles son las reglas que están detrás del funcionamiento particular y único del cerebro humano?
A la luz de los conocimientos actuales, lo que ocurre en nuestro sistema nervioso central se parece más a la lógica de las partículas subatómicas que a la lógica Aristotélica correspondiente a nuestro mesomundo (el mundo adecuado a nuestras percepciones naturales), trayendo como consecuencia que las relaciones mente-cuerpo constituyan un holograma representacional que dirige a la periferia. Ya son muchas las investigaciones que demuestran este papel de “junta directiva” que nuestro cerebro-mente juega sobre las respuestas orgánicas que llevamos a cabo. De esta forma podemos entender cómo existen enfermedades en personas enfermas que, a su vez, favorecen o restringen la expresión patológica, cualquiera que ésta sea. Dando origen a lo que podemos llamar la enfermedad única, es decir estados que son producidos y mantenidos en una riquísima relación entre nuestro sistema nervioso central y el resto del cuerpo. Ya no necesitamos recurrir a términos obsoletos como “medicina psicosomática” o “enfermedades emocionales”, sino que debemos prepararnos y formarnos para atender a nuestros pacientes como personas que transitan un estado particular producido por la forma como respondemos holográmicamente a agentes tóxicos, bien sea que estos provengan del exterior o del interior de nuestro cuerpo-mente unificado (preferiría llamarlo persona en situación, pues el holograma mental abarca el tipo, calidad y condiciones de vinculación con al menos tres mundos además del propio: físico exterior, social y espiritual).
Ahora bien, ¿cuáles son los hallazgos que nos permiten abordar con carácter sanador y curador el “neuroholograma vital”?
Un primer aspecto importante es el hecho de que, como personas, somos los únicos seres del reino animal con una marcada tendencia a la transformación más que a la adaptación. Basta con mirar brevemente a nuestro alrededor para darnos cuenta de la enorme capacidad transformadora de nuestra especie, atribuible a cuatro características distintivas:
- Aparato fonador amplio, capaz de transmitir una cuasiinfinita variedad de sonidos.
- Mano prensil, capacitada para agarrar con finura y precisión.
- Existencia de áreas especializadas en el cerebro para representar y simbolizar valores, expectativas, el tiempo, espacio y circunstancias.
- Una tendencia gregaria a compartir y transmitir de generación en generación los descubrimientos útiles a la sobrevivencia e invención de nuevas expresiones.
Con estos rasgos, contamos con las competencias para haber transitado la existencia de esta manera productiva como lo hemos hecho.
Ahora bien, nuestro cerebro, desde la perspectiva funcional, se encuentra departamentalizado, esto es, subgrupos de asambleas neuronales se encargan de una labor múltiple, simultánea, en paralelo que requiere una coordinación para hacerse efectiva en la dirección que conduzca a una vida saludable. Por ello hablamos del SNC como una “junta directiva”, pues se trata de la creación de congruencia entre componentes de diferente origen y desempeño. Hemos podido sistematizar y simplificar las macrofunciones cerebrales en Pensamientos, Sentimientos, Emociones y Acciones (curiosamente arman el acróstico PESA, por lo que generamos una consigna saludable: “Convierte lo que te pesa en tu PESA de entrenarte para la vida, a fin de que SEPAs conducirte feliz y saludablemente con ella”). En la medida en que tal configuración nos permite, al estar congruentemente entrelazadas, un monto de energía o masa crítica, como la llama Robertson (Robertson), y dirigirla inteligentemente en pos de unos resultados, creamos un campo capaz de modificar respuestas bioquímicas que organizan la materia de forma diferente. Así, explicamos los cambios que tantos investigadores recogieron sobre el poder de la “junta directiva” para curar enfermedades y reformular la existencia (Benson), (Escudero), (Simonton), (Spiegel). Usando un solo proceso mental incidimos sobre los resultados orgánicos. De esta manera nos sentimos autorizados para decir que la ruta del proceso salud-enfermedad sigue una vía que cada día despejamos más y más en un sentido único.
Bibliografía
Bateson, Gregory: Espíritu y naturaleza, Amorrortu, B.A. 2002.
Benson, Herbert: Timeless Healing, Scribner, N.Y., 1996.
Escudero, Ángel: Curación por el pensamiento, Centro de Noesiterapia, Valencia, 2006.
Montilla, Laura y L. Arocha: Ten la vida que quieres y te mereces con NEUROCODEX, ILACOT, Caracas, 2009.
Roberson, Ian: Modelar tu mente, Plaza y Janes, 2000.
Simonton, Carl y R. Henson: Sanar es un viaje, Urano, Barcelona, 1993.
Spiegel, D. et al: The beneficial effects of psychosocial treatment on survival of metastatic breast cancer patients: A randomized prospective outcome study. Lancet, 2, 1989, 888-891.
Volmer, M. C.: Bases de la psiconeuroinmunoendocrinología, Salerno, B.A. 2000.
Dr. Luis Arocha Mariño.
Prof. Laura A. Montilla.
Caracas, Enero, 2014.