¿Realmente podemos dominar nuestras emociones?
Desde tiempos inmemoriables los seres humanos hemos buscado el dominio o control de nuestros estados emocionales. Y aunque ha sido tratado de manera diferente en el oriente y el occidente del planeta, lo cierto es que cada día encontramos pistas más seguras para domeñar nuestros impulsos.
Es una vieja tradición de los seguidores del Tao y del yoga que centren su atención en la respiración como vía más expedita para lograr dirigir nuestra mente en la dirección anímica que nos propongamos, en lugar de dejarlo “libre” a la acción de nuestros impulsos ancestrales o de la temprana educación que recibimos. Para nosotros los del hemisferio izquierdo-occidental resultó sumamente aleccionador los descubrimientos sistemáticos de Sigmund Freud acerca de un predominio en nuestras decisiones desde el inconsciente, como supremo jefe y guía de nuestro corpontamiento cotidiano. Significó no solo una impronta desde la perspectiva del manejo terapéutico de personas con perturbaciones psíquicas sino que abarcó una enorme área de desempeño humano, desde el uso de esos conocimientos en la publicidad y el mercadeo hasta las bromas que en fiestas y reuniones sociales se llevan a cabo. Toda una referencia a las fuerzas instintivas que gobiernan nuestro proceder.
Nuevos aportes nos reconectan con centrar la atención en las propias emociones en lugar de sus posibles significados como lo preconizan la mayoría de las interpretaciones que derivaron del psicoanálisis tradicional. Son sumamente eficientes y eficaces las nuevas formas que abordan directamente las emociones como tal. La PNL, los hallazgos de Susana Bloch, encontrando que a cada emoción le corresponde cierto patrón respiratorio o los avances de la Experiencia Somática de Peter Levine, por caso, nos brindan unas opciones interesantes y poderosas para domesticar nuestras emociones que hasta hace poco resultaban fuera de nuestro alcance y nos llevaban a decir:”Es que yo soy así”. Estos maravillosos descubrimientos reflejan que sabiendo qué y cómo exactamente hacerlo, podemos disponer de nuetras emociones como disponemos de la voluntad para hacer girar el pomo de una puerta, como bien señaló Richard Bandler al anunciar las bondades y retos de la Programación Neurolingüística (PNL).
Querido lector, te invito a realizar el siguiente ejercicio que integra en una versión sencilla los aportes de éstas y otras técnicas de direccionamiento emocional:
- Toma una respiración lenta y profunda y trae a tu mente un momento en el cual te viste envuelto en una emoción negativa.
- Toma nota detallada de las características de esa emoción: ubicación, temperatura, tamaño, desplazamiento en tu cuerpo. Obsérvala con curiosidad y atención.
- Modifica mentalmente al menos dos o tres características de las que encontraste previamente. Por ejemplo, disminúyele el tamaño, desplázala del lugar, etc. Ayúdate con la respiración: con la inspiración haces algo, con la espiración lo complementas.
- Tan pronto sientas que comienza a modificarse la sensación, sonríe, endereza tu cuerpo y alarga un poco las inspiraciones y espiraciones, bajando a nivel abdominal tu respiración.
- Sustituye la emoción que se aleja con la nueva sensación de bienestar y confort que comienza a innundarte. Ve moviendo tu cuerpo al ritmo del desplazamiento de la emoción negativa por la sensación de bienestar. Ríe si te provoca…
Con esto has puesto en práctica una forma altamente efectiva y eficiente para hacerte dueño de tu propio emocionar, en lugar de seguir ciegamente la programación que ocurrió cuando todavía no tenías libertad para seleccionar de qué manera codificar afectivamente los estímulos que te invitan a responder de la mejor manera posible a cada instante de tu vida.
Autor: Dr.Luis Arocha Mariño